Hubo una vez un silencio entre la tierra y la luna
Era un silencio triste, de esos que se dan cuando se escapa el sol
Melancólica, la luna suspiraba entre estrellas indolentes
En aquel mar oscuro al que llamamos universo.
Por su parte, la tierra al sol buscaba insistente
Con ese clamor eterno que los planetas siempre tienen.
La luna quería decirle algo a la tierra mientras la observaba girar
Un secreto que guardaba desde algún tiempo ancestral
Pero, cada vez que pretendía dar a conocer su sentir
El sol aparecía y la tierra le gritaba:
“Astro rey, soy para ti”.
El triste e incómodo silencio volvía al cabo de unas horas
La tierra pensando “¿Acaso merezco quedarme entre las sombras?”
Y la luna, con afán amoroso, como espejo, luz reflejaba
Luz de luna, luz de agonía, de nunca sentirse observada.
Y vivían ambos astros, pensando en eternas distancias y tiempos
Llorando en silencio, su soledad y amor desierto.
Ambos cuerpos celestes buscaban acabar su soledad cruel y eterna
La tierra con el calor y la energía del sol
La luna con el agua y la vida de la tierra
“Deseos risibles”. Pensaban y sufrían los dos.
Amores celestes ¡Cruel paradoja!
Son siempre imposibles, si se unen, explosan
Y nunca son correspondidos, son siempre funestos
Pues el mismísimo sol gira amando a otros cuerpos.
Hubo, ¡No, hay! Un silencio entre la tierra y la luna
La tierra, contemplando al sol imponente,
La luna, observando a la tierra y su gente
Y la gente, en la tierra, mirando a la impasible luna
La cual, en venganza inconsciente, aplica en los humanos su jugarreta
Hipnotizando astrónomos, seduciendo parejas y desvelando poetas.
(Carlos Marchant P.)
Era un silencio triste, de esos que se dan cuando se escapa el sol
Melancólica, la luna suspiraba entre estrellas indolentes
En aquel mar oscuro al que llamamos universo.
Por su parte, la tierra al sol buscaba insistente
Con ese clamor eterno que los planetas siempre tienen.
La luna quería decirle algo a la tierra mientras la observaba girar
Un secreto que guardaba desde algún tiempo ancestral
Pero, cada vez que pretendía dar a conocer su sentir
El sol aparecía y la tierra le gritaba:
“Astro rey, soy para ti”.
El triste e incómodo silencio volvía al cabo de unas horas
La tierra pensando “¿Acaso merezco quedarme entre las sombras?”
Y la luna, con afán amoroso, como espejo, luz reflejaba
Luz de luna, luz de agonía, de nunca sentirse observada.
Y vivían ambos astros, pensando en eternas distancias y tiempos
Llorando en silencio, su soledad y amor desierto.
Ambos cuerpos celestes buscaban acabar su soledad cruel y eterna
La tierra con el calor y la energía del sol
La luna con el agua y la vida de la tierra
“Deseos risibles”. Pensaban y sufrían los dos.
Amores celestes ¡Cruel paradoja!
Son siempre imposibles, si se unen, explosan
Y nunca son correspondidos, son siempre funestos
Pues el mismísimo sol gira amando a otros cuerpos.
Hubo, ¡No, hay! Un silencio entre la tierra y la luna
La tierra, contemplando al sol imponente,
La luna, observando a la tierra y su gente
Y la gente, en la tierra, mirando a la impasible luna
La cual, en venganza inconsciente, aplica en los humanos su jugarreta
Hipnotizando astrónomos, seduciendo parejas y desvelando poetas.
(Carlos Marchant P.)